Obispos de Indiana solicitan renovación de la moratoria de las ejecuciones federales
(Nota del editor: En respuesta a la decisión reciente del gobierno federal de poner fin a la moratoria de ejecución de reos federales, los obispos de Indiana han emitido la siguiente declaración.)
La decisión del gobierno federal emitida en julio de poner fin a la moratoria de 16 años con respecto a la ejecución de reos federales es lamentable, innecesaria y moralmente injustificada.
Durante el mes de conmemoración de Respeto por la Vida de la Iglesia Católica y puesto que en nuestro estado se llevan a cabo ejecuciones federales, los obispos de Indiana solicitamos al presidente Donald J. Trump que rescinda la decisión del Departamento de Justicia de los Estados Unidos de retomar la pena capital más adelante este año. Respetuosamente imploramos que las sentencias de todos los reos federales que se encuentran en el corredor de la muerte sean conmutadas a cadena perpetua.
A través de la solicitud de poner fin al uso de la pena de muerte, no desestimamos el mal y el daño que han causado las personas que han cometido crímenes horribles, especialmente el asesinato. Compartimos el dolor y la pérdida que han sufrido las familias y las víctimas de tales crímenes y pedimos a nuestra comunidad de fe y a todas las personas de buena voluntad que acompañen a las víctimas y les proporcionen apoyo espiritual, pastoral y personal.
Toda vida es un don de Dios y posee dignidad. Tal como lo confirmó recientemente el Catecismo de la Iglesia Católica, “la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona” (#2267).
La pena capital socava la dignidad de la vida humana. Tomar una vida humana es algo que solamente se justifica en defensa propia, cuando no hay ninguna otra manera de protegerse, de proteger a un inocente o a la sociedad contra un acto de violencia extrema o la muerte. En el caso de los prisioneros, se ha detenido al agresor y la sociedad está protegida; por lo tanto, ya no es admisible tomar esa vida.
Además de los problemas morales que plantea la pena capital, perpetúa el ciclo de la violencia: no ayuda a las víctimas sobrevivientes ni tampoco mitiga la pérdida de un ser querido, e impide la posibilidad de reconciliación y rehabilitación. Tal como lo expresó el papa Francisco: “una pena justa y necesaria jamás debe excluir la dimensión de la esperanza y la meta de la rehabilitación.”
La aplicación de la pena capital también justifica su eliminación ya que los problemas que acarrea están bien documentados, entre ellos: Su aplicación desigual a las minorías, los pobres y los enfermos mentales; su costo que es más elevado que el de la prisión de por vida; las más de 160 personas que, desde 1977 estuvieron en el corredor de la muerte y a quienes se las exoneró de culpa; y las instancias de personas inocentes que fueron ejecutadas por equivocación. Más aún, su aplicación también afecta a las personas asociadas a esta, especialmente a los funcionarios de los penales y a quienes están obligados a participar en la ejecución de una vida humana. El daño psicológico y espiritual que sufren estas personas es real.
Nos unimos a la voz de nuestros hermanos obispos en los Estados Unidos para poner fin a la pena de muerte. Veinticinco estados ya han dejado de utilizar esta forma de castigo; solicitamos que el gobierno federal continúe con la moratoria hasta que pueda ser rescindida formalmente como legislación.
—Reverendísimo Charles C. Thompson, D.D., J.C.L., Arquidiócesis de Indianápolis
—Reverendísimo Kevin C. Rhoades, D.D., Diócesis de Fort Wayne-South Bend
—Reverendísimo Timothy L Doherty, S.T.L., Ph.D., Diócesis de Lafayette-in-Indiana
—Reverendísimo Joseph M Siegel, D.D., S.T.L., Diócesis de Evansville
—Reverendo Michael J. Yadron, administrador diocesano, Diócesis de Gary