Cristo, la piedra angular
Santa Teresa de Ávila, una mujer de oración cercana a Dios
“Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta.” (Santa Teresa de Ávila)
Hoy, viernes 15 de octubre, es la fiesta de santa Teresa de Ávila, una de las escritoras espirituales más grandes de la historia de la Iglesia. Santa Teresa fue la fundadora de la Orden de las Carmelitas Descalzas. También fue teóloga, reformadora religiosa y una mujer cercana a Dios.
El papa emérito Benedicto XVI llamó a santa Teresa de Ávila (también llamada santa Teresa de Jesús) “una santa que representa una de las cumbres de la espiritualidad cristiana de todos los tiempos.” La profundidad de la espiritualidad de Teresa se resume en uno de sus escritos más famosos: Todo se pasa, Dios no se muda. Para santa
Teresa, la aceptación serena del hecho de que “quien a Dios tiene nada le falta” es el resultado de una vida basada en la oración y dedicada a servir a las necesidades de los demás.
A veces pensamos en la santidad o la espiritualidad como una cualidad que está muy lejos del alcance de la gente corriente como nosotros. El testimonio de santa Teresa de Jesús nos dice lo contrario. Tal como nos lo recuerda a menudo el Papa Francisco, los santos como Teresa de Ávila son mujeres y hombres corrientes que están cerca de Dios. Por supuesto, esto plantea inmediatamente la interrogante: ¿Cómo llegamos a estar cerca de Dios? O, más exactamente, ¿cómo experimentamos la presencia de Dios que ya está más cerca de nosotros que nosotros mismos?
“Solo Dios basta,” escribió santa Teresa, y con estas sencillas palabras nos dijo todo lo que debemos saber para poder ser como todas las mujeres y los hombres que están cerca de Dios (los santos).
Debemos comenzar con la absoluta convicción de que solamente Dios satisface todo lo que nuestro corazón añora. El anhelo que sentimos en el fondo de nuestro corazón no es ni más ni menos que nuestro deseo de estar cerca de Dios, de estar unidos a Él en mente, cuerpo y espíritu. Ese es el significado de la espiritualidad: un camino hacia la unión con nuestro Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Si nos preguntamos, como el joven rico del relato del Evangelio (Mc 10:17-31): “¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?” (Mc 10:17), la respuesta que da Jesús es sencilla: nos dice que cumplamos con los mandamientos (Mc 10:19). Si le preguntáramos a Jesús qué más hace falta, la respuesta que recibimos resulta inquietante: “vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme” (Mc 19:21). Este es el camino hacia la vida eterna, que abarca la moralidad de las Leyes del Amor, pero también exige una forma de espiritualidad totalmente desinteresada. Para ser santos, debemos creer únicamente en
Dios, y debemos poner a Dios y a nuestro prójimo en primer lugar, por encima de cualquier otra consideración.
Si nos preguntamos: “¿estoy todo lo cerca de Dios que debería estar? ¿O como me gustaría estar?” la respuesta es invariablemente “no.” Incluso los más grandes santos anhelaban acercarse a su Padre, Hijo y Espiritu Santo. La espiritualidad cristiana es un recorrido que tiene muchos giros y vueltas, éxitos y fracasos, mientras avanzamos hacia la meta de nuestra vida: la cercanía definitiva a Dios que es la unión con Él en el cielo.
Santa Teresa aconsejaba a sus hermanas, las Carmelitas Descalzas, que se acercaran a Dios en la oración y en el servicio a los demás. Esta forma de espiritualidad no tiene nada de esotérico ya que es algo que todos podemos y debemos
practicar. No podemos esperar acercarnos a Dios si no le abrimos el corazón en la oración. Y Jesús nos dijo que todo lo que hagamos al más pequeño de sus hermanos, se lo hacemos a él. Cuando servimos a los demás, servimos a Dios; cuando estamos verdaderamente cerca de nuestro prójimo, estamos cerca de Dios.
Santos como Teresa de Ávila nos muestran en la diversidad de sus vidas cómo vivir el Evangelio y, al hacerlo, nos acercamos a Dios. Su espiritualidad no es complicada, pero es un reto que exige que dejemos de lado toda la ansiedad y el miedo, que confiemos en la providencia divina y que rechacemos totalmente la idea de que somos los dueños de nuestro propio destino. Toda la espiritualidad cristiana puede resumirse sencillamente de la siguiente forma: “Entréguese a la voluntad Dios.” O como dice santa Teresa: “quien a Dios tiene nada le falta.”
Pidámosle a esta gran santa que nos ayude a reconocer la verdad de sus palabras. Santa Teresa, ruega por nosotros. Inspíranos a acercarnos cada vez más a Dios al ser fieles en la oración y firmes en el servicio a nuestros hermanos y hermanas en Cristo. †