Cristo, la piedra angular
Cristo nos plantea desafíos con respecto al pecado, el amor y la vida eterna
El Evangelio de nuestro Señor Jesucristo es la Buena Nueva, fuente de nuestra libertad y alegría como discípulos cristianos. Pero también es cierto que el Evangelio contiene a veces lo que podríamos llamar “noticias severas,” verdades que nos obligan a enfrentarnos a aspectos que nos incomodan, tanto de nosotros mismos como del mundo que nos rodea.
La lectura del Evangelio del vigésimo sexto domingo del tiempo ordinario (Mc 9:38-43, 45, 47-48) está llena de noticias severas. En respuesta a una pregunta del apóstol Juan, Jesús dice: “Si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar” (Mc 9:42). Esta es ciertamente una noticia severa para los que fallamos en nuestra responsabilidad de dar testimonio de la forma de vida de Jesús y, por lo tanto, escandalizamos a otros, especialmente a aquellos que son jóvenes o vulnerables.
Nuestro Señor continúa con más noticias severas, especialmente para aquellos de nosotros que permitimos que nuestros pensamientos, emociones o tentaciones físicas nos lleven a un comportamiento pecaminoso.
“Si tu mano te hace pecar, córtatela. Más te vale entrar en la vida manco que ir con las dos manos al infierno, donde el fuego nunca se apaga. Y, si tu pie te hace pecar, córtatelo. Más te vale entrar en la vida cojo que ser arrojado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace pecar, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al infierno, donde su gusano no muere, y el fuego no se apaga” (Mc 9:43, 45, 47-48).
Estas amonestaciones de Jesús no se deben tomar en sentido literal, por supuesto, pero sí deben tomarse en serio. La forma literaria que se utiliza es la hipérbole (exageración para generar un efecto), una forma que resulta evidente en muchas de las enseñanzas de Jesús a lo largo de los cuatro Evangelios. Jesús no le dice a la gente que se mutile literalmente para evitar pecar e ir al infierno; su finalidad es enfatizar lo mucho que está en juego cuando se trata del pecado.
Vivimos en una época en la que se ha restado importancia al pecado. Nuestra sociedad nos dice que hagamos algo «si nos sentimos bien; siempre que [creamos] que no estamos haciendo daño a nadie más». En este clima, los pecados veniales no son más que malos hábitos, y los mortales se reservan únicamente para los delitos más deplorables y socialmente inaceptables.
Jesús nos sacude de nuestra indiferencia moral y nos desafía a reflexionar sobre el efecto que tienen nuestros pecados en nuestra propia vida y en la de los demás. Al decirnos que “Si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar” (Mc 9:42), Jesús capta nuestra atención. Y al decir: “Si tu mano te hace pecar, córtatela” (Mc 9:43), nos desafía a reconocer el daño que hace nuestro propio egoísmo, mayor incluso que perder una extremidad.
En la segunda lectura de la misa de este domingo, extraída de la Carta de Santiago, este también exagera para generar un efecto en el pueblo:
“Ahora escuchen, ustedes los ricos: ¡lloren a gritos por las calamidades que se les vienen encima! Se ha podrido su riqueza, y sus ropas están comidas por la polilla. Se han oxidado su oro y su plata. Ese óxido dará testimonio contra ustedes y consumirá como fuego sus cuerpos. Han amontonado riquezas, ¡y eso que estamos en los últimos tiempos! Oigan cómo clama contra ustedes el salario no pagado a los obreros que les trabajaron sus campos. El clamor de esos trabajadores ha llegado a oídos del Señor Todopoderoso. Ustedes han llevado en este mundo una vida de lujo y de placer desenfrenado. Lo que han hecho es engordar para el día de la matanza. Han condenado y matado al justo sin que él les ofreciera Resistencia” (Stg 5:1-6).
Estas palabras proféticas pretenden despertarnos y recordarnos con fuerza que nuestro tesoro no está en lo material, sino en los valores espirituales que Jesús nos enseñó en sus Bienaventuranzas, en sus parábolas y, sí, incluso en sus “noticias severas.” Lo material, los placeres terrenales, la fama y el éxito mundanos son efímeros y corruptibles; lo que sobrevive es el amor que se demostró con más fuerza en la muerte de Jesús y que condujo a la alegría de la resurrección de Cristo.
Al final, las noticias severas a las que nos enfrenta el Nuevo Testamento resultan ser buenas noticias. En lugar de pasarnos la vida persiguiendo las promesas vacías de Satanás, tenemos una alternativa, el camino de la vida que nos ofrece Jesús. Que lo escuchemos y sigamos su ejemplo. †