Alégrense en el Señor
Las obras piadosas como manifestaciones claras y tangibles de la misericordia
En algunas ocasiones he leído o escuchado pasmosos comentarios de quienes consideran que el papa Francisco representa una “separación radical” con respecto a la postura de sus predecesores. Digo que son “pasmosos” porque todo el que conozca las enseñanzas de los papas anteriores escuchará el eco de sus voces (a veces bastante fuerte) en los escritos, las homilías e incluso en los comentarios improvisados del papa Francisco.
Evidentemente existen diferencias en cuanto a estilo entre nuestro pontífice actual y sus predecesores, pero ¿llamar a esto una “separación radical”? En absoluto. La esencia sigue siendo la misma: el Evangelio de Jesucristo y las enseñanzas de la Iglesia que nos han sido transmitidos a través de los Apóstoles.
Un impactante ejemplo de esto son las enseñanzas del papa Francisco acerca de la misericordia, que en sus palabras “es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro (…) es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado”(“Misericordiae Vultus,” #2). Ciertamente es una enseñanza radical, pero no se aleja de las enseñanzas de los papas anteriores.
El papa Benedicto XVI nos enseñó que la misericordia es “la esencia del cristianismo, porque es la esencia de Dios mismo. (…) Es apertura, acogida, diálogo; y en su relación con nosotros, hombres pecadores, es misericordia, compasión, gracia, perdón.” Nuestro papa emérito, que prefiere ser llamado Padre Benedicto, cree que estamos llamados a ser un pueblo misericordioso porque esa es la máxima expresión de nuestra unión con Dios y con toda la familia humana.
San Juan Pablo II escribió una vez que “la misericordia es el núcleo central del mensaje evangélico. (…) Amor de misericordia [que] ilumina también el rostro de la Iglesia y se manifiesta mediante los sacramentos, especialmente el de la Reconciliación, y mediante las obras de caridad. (…) De la misericordia divina, que pacifica los corazones, brota además la auténtica paz en el mundo, la paz entre los diversos pueblos, culturas y religiones.”
Los tres papas nos dicen que la misericordia comienza por compartir nuestro alimento y bebida con los hambrientos y los sedientos. La misericordia nos obliga a vestir al desnudo y dar techo a quien no tiene hogar, visitar a los enfermos y a los presos, y a dar sepultura a los difuntos. Estas obras netamente prácticas y que denominamos “obras de misericordia corporales,” revelan el hecho fundamental del amor de Dios por todos nosotros, tal como se manifiesta en la vida y el ministerio de Jesucristo.
Las dos primeras obras de misericordia corporales son dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento. Tal como los obispos de Indiana lo expresamos en nuestra carta pastoral titulada Pobreza en la Encrucijada: la respuesta de la Iglesia ante la pobreza en Indiana, la mayoría de nosotros no ve personas hambrientas todos los días. Nuestras vidas están muy aisladas. La mayoría de nosotros vive en barrios donde se asume que las necesidades más básicas están cubiertas. Y, sin embargo, hay personas que pasan hambre, incluso niños y ancianos, aquí mismo, en Indiana. El año pasado las agencias de Caridades Católicas y las parroquias locales sirvieron más de 100,000 comidas a quienes tenían hambre en el centro y el sur de Indiana. ¿Cuántos más no recibieron alimento?
En toda la comunidad mundial (en la familia que conforman las naciones), millones de personas tienen hambre todos los días. De acuerdo con Servicios de Auxilio Católico (Catholic Relief Services o CRS) los avances en los esfuerzos por acabar con el hambre casi han desaparecido por completo en años recientes a consecuencia del aumento vertiginoso de los precios de algunos de los alimentos más básicos en todas las regiones del mundo y por la actual crisis financiera internacional. Las proyecciones señalan que la crisis alimentaria internacional se prolongará y que las consecuencias para los pobres en los países en vías de desarrollo serán graves.
El papa Francisco nos exhorta a que respondamos ante esta crisis, tanto localmente como en todo el mundo. Estamos llamados a alimentar al hambriento y dar de beber al sediento como exigencia fundamental de ser discípulos de Cristo. No podemos proclamar la Buena Nueva de nuestra salvación a menos que también compartamos con nuestros hermanos el alimento y la bebida que necesitan para vivir saludablemente y a plenitud.
¿Qué podemos hacer? Podemos rezar para que se acabe el hambre y la sed dondequiera que estén: ya sea en nuestros barrios, en nuestro estado, en el país y en el resto del mundo. Podemos apoyar las iniciativas de los comedores públicos, de las agencias de Caridades Católicas en nuestra Arquidiócesis y a la CRS internacional. Podemos pronunciarnos a favor de leyes y políticas gubernamentales que promuevan una distribución justa y equitativa de los alimentos y el agua en todo el mundo.
En consonancia con las enseñanzas de sus predecesores y del santo Evangelio, el papa Francisco nos dice que “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre.” Realicemos obras de misericordia corporales. ¡Seamos el rostro de Jesús para los demás durante la época de la Cuaresma y siempre! †
Traducido por: Daniela Guanipa