Alégrense en el Señor
El dinamismo de la Iglesia joven nos renueva a todos
Las decisiones que toman los jóvenes hoy en día acerca de su fe hacen una gran diferencia, tanto en sus vidas personales, como en sus circunstancias familiares y en la forma en la que se enfrentan al mundo. No podemos darnos el lujo de permitir que los jóvenes se alejen del ejercicio de su fe con la esperanza de que algún día regresen cuando sean mayores y tengan sus propias familias. Es demasiado arriesgado. Alguien tiene que representar la figura de Cristo para ellos. Alguien tiene que invitarlos a convertirse en discípulos y a entablar una relación personal con Él. Esta es la finalidad del “ministerio para jóvenes.”
La responsabilidad del ministerio para jóvenes comienza en la familia pero la comparte toda la Iglesia a través de los programas de ministerio para jóvenes y adultos jóvenes de las parroquias, las escuelas y las arquidiócesis. Todos tenemos una obligación muy seria de cerciorarnos de que los jóvenes conozcan a la persona de Cristo a través de su participación en los sacramentos, la formación religiosa, a través del compañerismo y a través de su participación en actividades que incluyan a toda la comunidad. Las comunidades parroquiales de todo el centro y el sur de Indiana, apoyadas por los ministerios arquidiocesanos, colaboran para que los padres y los ministros dedicados a la juventud puedan cumplir con esta responsabilidad tan importante.
¿Cuál es el desafío más grande que enfrentan los jóvenes hoy en día? Creo que es nuestra cultura contemporánea, el mundo y todo lo que este nos ofrece, pero especialmente a los jóvenes. La publicidad y los medios de ocio enseñan a los jóvenes a consumir y prometen gratificación inmediata. Es posible que los jóvenes encuentren algún tipo de placer, pero este se esfuma rápidamente dejando una sensación de vacío y soledad. Entonces, surgen los cantos de sirena del consumismo que les dicen que no tienen suficiente, ya sean suficientes posesiones materiales, relaciones, “me gusta” en Facebook, entre otras cosas. Y el ciclo comienza nuevamente.
Cristo ofrece libertad; su mensaje no da importancia a nuestras posesiones terrenales, a nuestra apariencia física y a nuestro círculo de amistades. En vez de ello, Cristo dice que lo importante somos nosotros. El Evangelio nos recuerda constantemente que nuestras posesiones materiales no definen quiénes somos. Dios nos hizo perfectos; nos hizo a Su propia imagen. Pero nos dejamos consumir por las “cosas” y esto nos impide llegar a ser los seres perfectos tal como fuimos creados. Únicamente al entablar una relación personal con Cristo y vivir como lo hizo Él durante el transcurso de toda su vida, podremos ser verdaderamente libres para alcanzar nuestro máximo potencial como personas humanas.
El ministerio para los jóvenes es un elemento esencial de la misión evangelizadora de la Iglesia. Al formar relaciones sólidas con los jóvenes, dándoles la bienvenida y transmitiendo el mensaje de que son necesarios, y animarlos a que establezcan una relación personal con Cristo, las parroquias ayudan a los padres a llevar a cabo su obra evangelizadora. La oración y la alabanza, la misa y los sacramentos no son ritos anticuados, si bien es cierto que nos vinculan con nuestras tradiciones que datan de muchos miles de años, y se remontan a los albores de la Iglesia y a la fe de nuestros hermanos judíos. Las oraciones que pronunciamos, especialmente durante la eucaristía, son antiguas pero al mismo tiempo recientes. Tenemos que recordar periódicamente a los jóvenes que ellos son importantes e invitarlos a la misa. Esto es fundamental ya que es allí donde nos encontramos frente a frente con Cristo en la palabra y en el sacramento. Al mantenernos apartados corremos el riesgo de sufrir una “anorexia espiritual.”
Al compartir con Cristo y la Iglesia joven es también cuando promovemos más eficazmente las vocaciones, ya sea al sacerdocio y al diaconato, a la vida consagrada, al matrimonio o a la vida en soltería dedicada a la fe. Los ministros para jóvenes de las parroquias ayudan a los integrantes de la Iglesia joven a comprender mejor el llamado personal de Dios y ayudan a los adolescentes a discernir la vocación de su vida en un entorno seguro. Al invitar a los integrantes de la Iglesia joven a cultivar su relación con Cristo y su Iglesia, los ministros para jóvenes de las parroquias comparten su propia fe y proclaman el Evangelio a aquellos llamados a convertirse en nuestros líderes y fieles parroquianos, tanto en los años futuros como en este momento.
La oración es la forma de apoyo más poderosa que podemos ofrecer a los integrantes de la Iglesia joven. Como personas, familias, parroquias y comunidades escolares, y también como arquidiócesis, debemos acordarnos de rezar todos los días por aquellos que trabajan con nuestros niños, jóvenes y adultos jóvenes. Nuestra oración los ayuda a mantener una actitud positiva y entusiasta a pesar de los obstáculos que nos presenta la cultura y, en ocasiones, la propia Iglesia. Nuestra oración por las vocaciones a las órdenes, a la vida consagrada y al ministerio seglar alienta a hombres y mujeres talentosos a responder generosamente al llamado de Cristo.
Otra forma de respaldar a los ministros para jóvenes es mediante nuestro aliento y apoyo. Como seres humanos, a menudo estamos prestos a criticar pero nos demoramos en elogiar. Superemos nuestra timidez y expresemos nuestro entusiasmo cuando seamos testigos de buenas obras en favor de la Iglesia joven. Acordémonos de dar reconocimiento y de agradecer a los ministros para jóvenes, maestros y personal de nuestras parroquias y escuelas. Cerciorémonos de que todas las personas que trabajen con niños, jóvenes y adultos jóvenes en nuestra arquidiócesis reciban el aliento y el apoyo que necesitan para proseguir con su obra vitalmente importante de evangelización.
Las decisiones que toman los jóvenes hoy en día tienen repercusiones para toda la vida. Es fundamental que la Iglesia los acompañe de formas importantes. Expresemos un agradecimiento especial para todos aquellos que trabajan en los ministerios para jóvenes, por su fiel corresponsabilidad en nuestra Iglesia joven. †
Traducido por: Daniela Guanipa