Buscando la
Cara del Señor
La vida eterna con Dios es un misterio y es también nuestra profunda esperanza
La vida eterna es un misterio y una profunda esperanza. Nadie conoce los pormenores de cómo será la vida eterna, pero nuestra fe nos ofrece algunos indicios importantes.
Las Escrituras hablan de ello empleando imágenes de felicidad o júbilo: vida, luz, paz, banquete de bodas, la casa del Padre, Jerusalén en el cielo, el paraíso.
Asimismo, con la certeza de la fe, sabemos como no será la vida eterna. Empecemos con los aspectos negativos y avancemos hasta el significado de las imágenes positivas que nos ofrecen las Escrituras.
Los mitos de los pueblos antiguos por lo general sugieren que la vida después de la muerte será simplemente la prolongación de la vida terrenal. Es por ello que en las tumbas se colocaban instrumentos de caza o de cultivo (y en algunas culturas, joyas, muebles e incluso esclavos) que pertenecían al difunto. La vida después de la muerte es igual a la vida terrenal, pero mejor, más feliz y perdura por toda la eternidad. Esta no es la creencia de los cristianos.
En el pensamiento griego y romano clásico, la vida después de la muerte era fantasmal, tenebrosa e insustancial. Incluso en el Viejo Testamento, el Sheol, al igual que el Hades de los griegos, era visto como un lugar menos vivaz o real que la vida terrenal.
El alma inmortal se separa del cuerpo, el cual se descompone y vuelve a ser materia elemental. El alma incorpórea permanece en un estado de existencia espiritual permanente. Esta no es la creencia de los cristianos.
Para nuestra forma de pensar común, la “vida eterna” sugiere que la vida que conocemos se prolonga por toda la eternidad. Difícilmente podemos imaginarnos cómo será el cielo; si pensamos en ello desde nuestra perspectiva natural, no podemos menos que sentirnos desalentados por la idea de que nuestra existencia actual, con sus sufrimientos y pesares, se prolongue para siempre, eternamente, como la maldición de la bruja en un cuento de hadas. Esta no es la creencia de los cristianos.
¿Qué es, pues, lo que creemos los cristianos acerca de la vida después de la muerte y sobre la esperanza que se nos prometió en el bautismo?
Si examinamos con detenimiento las palabras de nuestro Señor en las Escrituras, podemos comenzar a desarrollar un entendimiento de cómo será la vida con Dios en el cielo. No debemos engañarnos. La vida eterna con Dios es un misterio e infunde también una profunda esperanza. No lo entenderemos totalmente hasta que lo experimentemos al final de los tiempos, mediante la gracia de Dios.
Pero a través de la muerte y resurrección de Cristo se nos han dado algunas nociones fundamentales en relación al verdadero significado de la vida después de la muerte. Lo que nos dicen los Apóstoles, los mártires y todos los santos, así como lo que nos ha enseñado consecuentemente la Iglesia desde que se nos entregó el Espíritu Santo en Pentecostés, nos proporciona algunas verdades fundamentales en relación al misterio de la vida eterna.
El papa Benedicto XVI aborda este misterio en su carta encíclica “Spe Salvi” (“Salvados por la esperanza”). El Papa escribe: “¿Qué es realmente la vida? Y ¿qué significa verdaderamente eternidad? Hay momentos en que de repente percibimos algo: Sí, esto sería precisamente la verdadera vida, así debería ser. En contraste con ello, lo que cotidianamente llamamos vida, en verdad no lo es.”
Citando a San Agustín, el Santo Padre prosigue: “En el fondo queremos sólo una cosa, ‘la vida bienaventurada,’ la vida que simplemente es vida, simplemente ‘felicidad.’ A fin de cuentas, en la oración no pedimos otra cosa. No nos encaminamos hacia nada más, se trata sólo de esto” (“Spe Salvi,” #11).
Creemos que los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, y están purificados, viven para siempre con Cristo. Se encuentran en el cielo que no es un lugar definido por nuestra capacidad de entendimiento terrenal. El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo de felicidad. (Ver el Catecismo de la Iglesia Católica, #1023-1024)
En “Spe Salvi,” el papa Benedicto habla sobre la dificultad que tenemos para imaginarnos cómo será la vida eterna. Comenta que ciertamente no se trata de “un continuo sucederse de días del calendario.”
En lugar de ello, nos enseña que el cielo se asemeja más al “momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad”.
Empleando una imagen muy poderosa, el Papa continúa con su disertación: “Sería el momento del sumergirse en el océano del amor infinito, en el cual el tiempo—el antes y el después—ya no existe” (“Spe Salvi,” #12).
La vida eterna es una comunión sagrada con Dios y con todos los que están con Cristo. “Este momento es la vida en sentido pleno, sumergirse siempre de nuevo en la inmensidad del ser, a la vez que estamos desbordados simplemente por la alegría” (“Spe Salvi,” #12). El mismo Señor nos dice: “Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría” (Jn 16:22).
Esta es nuestra más profunda esperanza: estar con Cristo y sentirnos desbordados por la alegría. †