Buscando la
Cara del Señor
La serie del verano se concentra en los ‘Mandamientos de la Iglesia’
Mi barbero, Tom, no se resiste a hablar sobre temas de la fe católica mientras me tiene atrapado en su sillón de barbero.
Recientemente me preguntó sobre los “Mandamientos de la Iglesia Católica” y si éstos todavía se encontraban vigentes.
Me comentó que desde hacía ya mucho tiempo no había escuchado nada al respecto. Me dio una especie de codazo ligero para que le instruyera sobre los mandamientos. Acepté abordar este tema, entre otros, durante mi serie de columnas del verano.
Sí, los “Mandamientos de la Iglesia Católica” todavía están vigentes. En el Catecismo de la Iglesia Católica del No. 2041al 2043, se toca este asunto.
La sección sobre los “Mandamientos de la Iglesia” sigue los cimientos de la moral cristiana en el Catecismo. También figuran en el Catecismo Católico de Estados Unidos para Adultos en la “Parte III. Moral Cristiana: la fe vivida” (p. 334).
El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado en 2005, contiene el siguiente texto: “La finalidad de los cinco mandamientos de la Iglesia es garantizar al fiel lo mínimo indispensable en el espíritu de la oración, la vida sacramental, el compromiso moral y la elevación en el amor de Dios y del prójimo” (#431).
Los mandamientos son los siguientes:
- Oír Misa entera los domingos y demás fiesta de precepto y no realizar trabajos serviles.
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Confesar los pecados al menos una vez al año.
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Recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua.
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Abstenerse de comer carne y ayunar en los días establecidos por la Iglesia.
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Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
Escribiré acerca de cada uno en orden, pero primero, quizás resulte útil enmarcarlos en el contexto de nuestra vida de fe.
Evidentemente, constituyen leyes que detallan los requisitos básicos de los miembros de la Iglesia, además de la ley moral.
Si bien estas normas aparecen tanto en el Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado en 1992, como en el Catecismo Católico de Estados Unidos para Adultos que fue aprobado por el cuerpo de obispos en 2004, no son una novedad incorporada en estos documentos oficiales.
Por ejemplo, estos preceptos pueden encontrarse en otra expresión en el Código de Derecho Canónico de la Iglesia, enmendado y promulgado en 1983.
Con frecuencia, a estos “Preceptos de la Iglesia” se les llama los Mandamientos de la Iglesia (para distinguirlos de los Diez Mandamientos o Decálogo).
El Diccionario Oxford de la Iglesia Cristiana, publicado originalmente en 1958, tenía el siguiente asiento bajo “Mandamientos de la Iglesia” (también Preceptos de la Iglesia). “Ciertos preceptos morales y eclesiásticos, que impone la Iglesia Católica Romana a todos sus miembros. Fueron catalogados en la Edad Media y posteriormente sometidos a una clasificación más rigurosa. Así pues, San Pedro Canisio en su Summa Doctrinae Christianae (1555) menciona cinco, y San Roberto Bellarmino en su Doctrina Christiana (1589) enumera seis, en tanto que el catecismo Ad Parochos, publicado por orden del Concilio de Trento en 1566, no hace referencia alguna a dichos mandamientos.”
De una forma u otra, los “Mandamientos de la Iglesia” han sido decretados como obligatorios para sus miembros. El Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado en 1992, es la norma vigente en nuestros días. Luego de realizar una investigación sobre los preceptos, el Catecismo de la Iglesia Católica enumera cinco, los cuales he indicado anteriormente.
Observen que la sección sobre los “Mandamientos de la Iglesia” sigue a la presentación del Catecismo sobre los cimientos de la moral cristiana.
Los mandamientos constituyen reglas diseñadas en el contexto de la vida moral. Pero fíjense que están vinculados a la vida litúrgica de la Iglesia y ésta los sustenta.
Tal y como menciona el Catecismo para Adultos: “el carácter obligatorio de estas leyes positivas decretadas por las autoridades pastorales tiene como finalidad establecer en los fieles los fundamentos para sus vidas como católicos” (p. 334).
En este momento quizás sea oportuno abordar el carácter de nuestra cultura democrática que pretende evitar reglas y obligaciones.
Tal vez nos sintamos inclinados a considerar que las restricciones de la ley socavan nuestras libertades humanas básicas. Quisiera que al examinar con más detenimiento estos cinco mandamientos de la Iglesia nos demos cuenta de que no son leyes negativas que prohíben esto o aquello.
Son leyes positivas cuya finalidad es fortalecer y proteger los cimientos de nuestra fe católica.
La fe sin el sustento de la Eucaristía no puede florecer; de hecho, probablemente se debilite.
La propia vida moral requiere de la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia para poder mantenerse. La presencia en la liturgia es necesaria para poder recibir ese sustento. Nuestra vida de fe no existe en un vacío ni alejada de las prácticas que la mantienen.
El instinto del barbero Tom le indica acertadamente que los mandamientos y su ejercicio son importantes.
Espero que en las próximas semanas el repaso de cada uno de los mandamientos y de su finalidad e intención, llegue a ser provechoso. †