Buscando la
Cara del Señor
La humildad de Jesús nos insta a imitarle
(Décimo de la serie)
Estabas allí cuando le despojaron de sus vestiduras?”
La décima estación del Vía Crucis describe humillación sobre humillación. Jesús ha llegado al Calvario donde comienza el doloroso ritual de la crucifixión. El dolor de la impotencia total.
El Papa Benedicto XVI escribió una meditación para esta décima estación: “A Jesús lo despojan de sus vestiduras. La ropa representa la posición social de una persona; evidencia el lugar que ocupa una persona en la sociedad, hace que sea alguien. Despojarle públicamente significó que Jesús ya no era nada, simplemente un paria, despreciado por todos por igual.
“El momento de despojarle de sus vestiduras nos recuerda la expulsión del Paraíso: El esplendor de Dios ha abandonado la humanidad, que ahora está desnuda y expuesta; desvestida y avergonzada.
“Y así, Jesús una vez más asume la condición de la humanidad caída. Desprovisto de sus vestiduras, nos recuerda que todos hemos perdido la ‘primera vestidura’, es decir, el esplendor de Dios. Al pie de la cruz, los soldados echaron suertes para dividir sus insignificantes posesiones, sus ropas” (El Vía Crucis, Pauline books and Media, Boston, pág. 94).
Jesús es simplemente un paria como otros que fueron llevados a la crucifixión ese día. Despojado de sus ropas, está indefenso ante sus ejecutores.
Esta es la máxima pobreza de su condición humana. Se convirtió en pobre por nosotros. Soporta la vergüenza de esta completa desnudez de la pobreza. Se le manipula rudamente y, sin duda, las heridas causadas por los azotes vuelven a sangrar una vez más.
Una devota reflexión sobre el espíritu de pobreza y simplicidad parece adecuada aquí cuando consideramos el testimonio de Jesús.
¿Cómo lidiamos con el poder de las posesiones? ¿Nos preocupamos de las cosas?
Alguien una vez sugirió que una buena reflexión ocasional para el discernimiento espiritual es formularse la pregunta: “¿Poseo yo las cosas o las cosas me poseen a mi?”
No hay nada malo en las posesiones como tales; pero se vuelven problemáticas cuando las cosas comienzan a controlar nuestras vidas. El desapego es una virtud que nos libera de preocupaciones adversas sobre cosas materiales que nos distraen de la caridad personal para con nuestra familia, amigos y el prójimo.
El Papa Benedicto se refirió a las vestimentas como indicadores de nuestro lugar en la sociedad. Un apego desproporcionado a un estatus social puede conducirnos no sólo a un orgullo pecaminoso, sino también al hábito de ejercer un control inadecuado sobre otras personas.
Asimismo, el colocar una prioridad improcedente en el estatus superficial de nuestras relaciones en la sociedad tiene a fin de cuentas un fundamento en valores materialistas. La actitud Cristiana adecuada es fomentar el bien común y no únicamente el bien personal propio.
La sencillez es una característica atractiva de alguien que ama a otras personas por quienes son. La beata Teresa de Calcuta fue una de las personas más admiradas del mundo por el amor simple e inquebrantable que manifestaba por todo el mundo. Ella podía amar de esta manera porque veía a Cristo en cada persona que conocía, sin importar su condición social.
Al difunto Papa Juan Pablo II se le amó tan profundamente por su manera sencilla y compasiva en el trato con las personas. No era presuntuoso y manifestaba su amor diáfanamente.
Una de las impresiones más impactantes que dejó el Papa Benedicto durante su visita a nuestro país el pasado mes de abril fue su manera de ser sencilla y humilde en toda situación. Como observó un obispo amigo mío, esta timidez natural del Santo Padre es encantadora. Estuvo a la altura del papel público que le corresponde y habló claramente con la verdad en los labios y con amor. Nos sentimos orgullosos de él.
La humillación que Cristo soportó cuando permaneció despojado de sus vestiduras ante sus ejecutores y el mundo nos llama a la humildad. La disposición que sustenta un espíritu humilde es la pureza de mente y corazón. La honestidad y la integridad son cualidades de una mente pura. Nuestra sociedad desea intensamente personas que sean confiables, gente que hable y viva la verdad lo mejor que puedan.
La verdad ha sido traicionada en nuestros días por algunas personas que se encuentran en posiciones de confianza. Pienso en aquellos traicionados por el clero por causa de abusos sexuales. Pienso en los líderes políticos que traicionan la confianza depositada en ellos. Todos nosotros jugamos un papel en la restitución de la confianza pública. Las palabras y las acciones del Papa Benedicto sentaron bases que debemos imitar.
La humildad de Jesús nos insta a imitarle. La humildad y la honestidad son las bases de la pureza a la cual todos estamos llamados. Ser puro es honrar el verdadero propósito y la naturaleza de la sexualidad y del amor humano. La pureza respeta la maravillosa naturaleza del amor conyugal bendecido por el matrimonio.
Este es un mensaje difícil en una cultura que considera la actividad sexual como recreación egocéntrica. La visión deshonesta de la interacción sexual es esclavizante. El mensaje cristiano de honestidad, sencillez y pureza es liberador. Cristo conquistó nuestra libertad a un costo personal. †