Buscando la
Cara del Señor
A pesar de los retos, la Madre Teresa mantuvo su vida concentrada en Jesús
Me resulta casi increíble que hayan transcurrido 10 años desde que la Madre Teresa—la Beata Teresa de Calcuta—regresó a casa con Dios. Una de las gracias especiales de mi vida fue tener la oportunidad de pasar tiempo con ella cuando era aun obispo de Memphis.
La Madre Teresa hacía que uno se sintiera a gusto en su presencia. No se habla de ello con frecuencia, pero poseía un sentido del humor irónico en medio de sus labores de cuidado de los más pobres entre los pobres.
A pesar de haber entregado su vida a lidiar con la fealdad de nuestras enfermedades sociales, la Madre Teresa mantuvo su corazón y su mente concentrados en Jesús, y lo hizo con una actitud alegre. La alegría de la Madre Teresa sigue siendo hoy en día una de las características de las Misioneras de la Caridad.
Me impresionó en especial la forma cómo la Madre Teresa pudo mantener la compostura y la concentración durante dos ruedas de prensa en las cuales estuve presente.
La mayoría de los reporteros eran amigables y positivos. La Madre Teresa no pensó ni por un minuto que su atención estaba dirigida a ella. En lugar de ello, en su mente, estaban concentrados en Cristo y en los pobres. Y para aquellos que, de hecho, tenían una actitud hostil, no sólo por su comportamiento sino por las preguntas que realizaban, ella se mostraba serena y amable en sus respuestas.
A la Beata Teresa se le confrontaba frecuentemente con preguntas sobre su preocupación inquebrantable por cuestiones relativas a la vida humana, especialmente el aborto. Algunos críticos no eran capaces de aceptar su apoyo franco a las cuestiones relativas a la vida humana.
En cuanto a su atención a los más pobres entre los pobres, aquellos a quienes la mayoría de la sociedad ha abandonado, indefectiblemente se le persuadía con preguntas acerca de por qué no se involucraba más en la política para tratar de resolver los problemas sociales desde la raíz, no solamente cuidando individualmente de las personas pobres y desatendidas.
Por lo general respondía que si no hubiera recogido al primer hombre que moría en una alcantarilla, no sabía a ciencia cierta si su misión habría evolucionado. Estaba dedicada a lo que ella y sus hermanas misionarias pudieran hacer “en la práctica” para atender a los desvalidos y menospreciados.
Por otro lado, no tenía más que alabanzas y palabras de ánimo para aquellos que se ocupan de la causa social y la necesidad de reforma social. Mantenía su compostura y era firme en su concentración en Jesús, a quien veía especialmente en las personas, en los que sufrían y en los moribundos, en cada uno de ellos.
A la Beata Teresa recibió críticas durante su vida. Y aun hoy en día continúa siendo criticada. Como sabemos, durante el proceso de su canonización se examinan todas sus escrituras, incluyendo la correspondencia privada, como se hace siempre durante el proceso de canonización de la Iglesia.
El postulador de su caso de canonización publicó algunas de sus escrituras y algunas cartas confidenciales que había escrito a su director espiritual personal. Algunas de estas epístolas indicaban miedos ocasionales de que Dios parecía haberla abandonado. En una ocasión incluso se cuestionó sobre la existencia de Dios.
Si estamos familiarizados con las vidas de algunos de nuestros santos canonizados más destacados, sabemos que el fenómeno de “la noche oscura del alma,” no es inusual a la luz de las inevitables vicisitudes de la vida. La lectura del relato del Evangelio sobre la oración del sufrimiento de Jesús en la cruz es irrebatible: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15:34; Mt 27:46).
Me gustaría creer que en nuestra cultura secular las críticas de los medios de comunicación que quieren señalar que la Madre Teresa vivía una vida hipócrita porque no demostraba su tormento interior en público, es simplemente porque no entienden. La realidad espiritual de la prueba inevitable de la propia fe—aun para las personas santas—forma parte de la santificación. Sin embargo, admito que me inquietan los motivos de algunos de sus críticos.
El hecho es que la Madre Teresa no se habría dejado disuadir por los críticos. Quizás habría sufrido dudas en ciertas ocasiones, pero mantuvo su concentración en Jesús y en sus necesidades a través de los pobres.
La Beata Teresa es, por encima de todo, un modelo de humildad paciente. La última vez que compartimos, mientras ella abordaba el avión, me llamó aparte y me dijo: “Obispo, cuando coloque la gota de agua en el vino durante el ofertorio de la Misa, ¿podría rezar para que yo me disuelva en Cristo?
Mantuvo su mente y su corazón concentrados en Jesús hasta el final. Su mensaje perdurable es un llamado a amar a Cristo a quien encontramos en cada persona humana, especialmente entre los más pobres de los pobres.
Nos enseñó que para poder vivir ese llamado debemos estar armados de una perseverancia paciente que se logra por medio de la oración ante el Santísimo Sacramento y en la celebración del a Eucaristía. Haríamos bien en pedir que nos “disolviéramos en Cristo.” †