Buscando la
Cara del Señor
Que el rostro de Jesús se haga visible para aquellos que nos rodean durante la Cuaresma
Verónica apareció de la nada y allí regresó, dejándonos un lienzo impreso con el rostro de Jesús.
Esta es la esencia de la sexta estación del Vía Crucis. En realidad a Verónica no se le menciona en la Biblia.
¿De dónde proviene la leyenda de la compasiva y valiente Verónica? Quizás ella estaba entre las mujeres que se dice se encontraban presente a lo largo del camino al Calvario.
Pienso que la leyenda de Verónica se arraigó y continuó debido a que la compasión valiente es uno de los ideales favoritos del corazón humano. Quizás la leyenda de Verónica se arraigó porque la mayoría de nosotros conoce a una mujer, o mujeres como ella cuya compasión anónima por la gente que sufre resulta conmovedora. Verónica nos es familiar por nuestras experiencias.
Asimismo, es muy probable que la leyenda de Verónica haya llegado hasta nosotros porque heredamos de los Salmos y otros textos de las escrituras la fascinación con el rostro del Señor. Este tema se refleja en el Salmo 27. En los versos 8-9, se lee: “El corazón me dice: «¡Busca su rostro! Y yo, Señor, tu rostro busco.”
El tiempo cuaresmal que pasamos con Verónica en la sexta estación del Vía Crucis promete recursos diversos y ricos para la meditación. Tal vez no nos demos cuenta, pero la caridad compasiva y la búsqueda del rostro del Señor son temas necesariamente complementarios.
El Papa Benedicto XVI en su encíclica “Dios es Amor” hace énfasis en que existe una conexión esencial entre el amor al prójimo y el amor a Dios. ¿Acaso no podemos aseverar que, de cierto modo, buscar el rostro de Jesús es buscar amor? Es una forma de buscar y recibir auténtico amor.
Siempre vuelvo a hacer mención a un tema que introdujo el Papa Juan Pablo II en su carta apostólica al comienzo de este tercer milenio cristiano. Se refirió al texto del Evangelio en el que algunos griegos se acercaron a Felipe y le dijeron: “Queremos ver a Jesús.”
El papa dijo que la gente en nuestra época también desea ver a Jesús. No desean únicamente oír hablar de Jesús, desean verlo. Y así, el Santo Padre prosiguió a recordarnos que es nuestro deber mostrarle a Jesús a la gente que nos rodea. Y para hacer esto debemos contemplar el rostro de Jesús en el Evangelio.
En su reflexión sobre la sexta estación del Vía Crucis, el teólogo Hans-Urs von Balthasar dijo: “Así como la Iglesia profesa su fe y su lealtad en amorosa humildad al Señor, al igual que lo hizo Verónica en un gesto de amor, Jesús deja la impresión de su rostro en todos aquellos que están listos para recibirlo como muestra de su amor. El cristiano que lleva la imagen de Cristo en su corazón reconocerá las mismas facciones de Cristo en sus hermanos y hermanas que sufren” (El Vía Crucis. St. Paul Publications, 1990, p. 28).
La gente que conozco que ofrece de manera consistente generosos y extensos actos de caridad a la gente que sufre, es también gente fiel a Jesús en la oración. No pretendo sugerir que no haya gente generosa y altruista que se entrega al servicio social y que no son cristianos intencionales.
Conocemos a muchas personas admirables y con conciencia social que nos rodean. La conexión con la búsqueda del rostro del Señor enriquece nuestro alcance social y es importante para nosotros como cristianos.
Cristo nos exhortó a servir al menos a nuestros hermanos y hermanas, y dejó claro que al hacerlo estaríamos sirviéndolo a él. En otras palabras, caridad “para Jesús, por Jesús y con Jesús” como diría la Beata Teresa de Calcuta, es una parte esencial de nuestro llamado a la santidad.
Sin embargo, no debería sorprendernos si sentimos una cierta sensación de impotencia ante tanto sufrimiento humano. Von Balthasar escribe: “Cualquiera puede ofrecer ayuda a los que sufren, aunque sea un vaso con agua o, ante la imposibilidad de ofrecer ayuda material, un corazón abierto, dispuesto a socorrerlos en momentos de soledad y desesperación.
“Ante el inevitable sufrimiento del mundo que vemos reflejado a diario en los medios de comunicación, sentimos nuestra incapacidad para hacerle frente, al igual que los discípulos quienes delante de una gran multitud hambrienta pensaban ‘qué son cinco hogazas de pan y dos peces para tantos’. Siempre podemos rezar al Señor que tiene el poder para obrar el milagro de la multiplicación de los panes y los peces y aliviar el sufrimiento de tantos. El lienzo de Verónica con las facciones de Jesús es un símbolo y una promesa para todos los creyentes de que Él ayudará a todos los que acuden a Él.
“Señor Dios, imprime en mi espíritu el sufrimiento de tu Hijo Jesús” (Ibid. P. 29-30).