Seeking the Face of the Lord
La vocación del matrimonio refleja el amor
infinito de Dios por todos nosotros
En enero la Iglesia se concentró en resaltar las extraordinarias vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Esta semana nos dedicaremos a resaltar la extraordinaria vocación a la vida en matrimonio.
Ciertamente el matrimonio es un compromiso vocacional con la vida que no es menos desafiante ni menos agraciado que el del sacerdocio o la vida religiosa. Representa el llamado bautismal a la santidad. La tela de la vida familiar depende del papel de los padres comprometidos. Según se desenvuelve el matrimonio, así lo hará también la vida familiar. Según se desenvuelve el matrimonio, así lo hará también la sociedad.
Mantener los votos del matrimonio en nuestra cultura resulta tan desafiante como lo es mantener la castidad en la condición del celibato o la virginidad. La castidad no es valorada en nuestra cultura secular. Y con gran frecuencia, tampoco lo es el compromiso matrimonial. Destacadas personalidades públicas esquivan el compromiso de por vida; muchos ignoran por completo la institución del matrimonio. Los niños, y en definitiva la sociedad, son los perdedores.
Cristo reconoció la belleza sagrada y la importancia del matrimonio con su propia presencia – y la realización de su primer milagro - en las ampliamente conocidas bodas de Caná. Nos dejó en su Iglesia el sacramento del matrimonio, uno de los siete sacramentos instituidos para brindarnos la gracia, la ayuda que necesitamos en la desafiante travesía de la vida.
Para captar la importancia del matrimonio como sacramento, es importante examinar qué tanto necesitamos de la ayuda de Dios en nuestras vidas. Simplemente tenemos que reflexionar sobre nuestras propias experiencias a casi cualquier edad, para darnos cuenta de nuestra necesidad real de vivir con integridad y hacer lo correcto en la vida. Y simplemente tenemos que observar a nuestro alrededor para ver con tristeza lo incapaces que somos para hallar la salvación, si estamos de nuestra cuenta.
No solamente necesitamos la asistencia divina, necesitamos signos visibles de la gracia de Dios. Y por ello Cristo nos dio siete sacramentos para que nos sustenten en el camino a la salvación y la felicidad eterna en su reino. Jesús tomó la iniciativa de llegar a nosotros por todos los tiempos y lo hizo a través de los sacramentos de la Iglesia.
El sacramento del matrimonio no es un ritual inventado por la Iglesia que puede “tomarse o dejarse”. Es un obsequio de Cristo para los hombres y las mujeres, y es también un obsequio para la vida familiar en nuestra sociedad. Repasemos los principios básicos del sacramento del matrimonio.
Debido a su importancia sagrada, un matrimonio católico por lo general se celebra en una misa, o si una de las partes no es católica, se realiza la Lectura de la Palabra. Los elementos esenciales del matrimonio son: 1) El libre consentimiento de la pareja que promete vivir el uno con el otro en un compromiso exclusivo y leal de por vida, abiertos a la gracia de Dios de recibir hijos, y 2) el consentimiento se otorga en la presencia de un ministro de la Iglesia y dos testigos. Un aspecto único del sacramento del matrimonio es el hecho de que los ministros del sacramento son el esposo y la esposa mismos, en presencia de un ministro de la Iglesia.
¿Cuáles son las dádivas, las gracias, recibidas en el sacramento?
Podemos nombrar tres. 1) La gracia de perfeccionar el amor mutuo de la pareja y fortalecer el vínculo del matrimonio. 2) Ayuda para vivir las responsabilidades de la vida matrimonial. 3) Ayuda en la travesía de la vida.
¿Qué se necesita para recibir válidamente este sacramento?
No puede existir ningún matrimonio anterior. Y cada una de las partes deberá estar en capacidad y desear otorgar su libre consentimiento al matrimonio de por vida. Este último requisito es más complejo de lo que puede parecer inicialmente, y es aquí donde yace el fenómeno de la existencia de muchas bodas que no son, de hecho, matrimonios. Algunas parejas no reconocen su compromiso como algo para toda la vida, en su lugar, lo ven como un matrimonio “de prueba”: si no funciona, siempre está la opción del divorcio. En ocasiones una de las partes no está abierta a la gracia de tener hijos. Algunos se casan debido a que se sienten forzados o presionados a una boda sin otorgar verdaderamente su consentimiento. Algunos son simplemente muy inmaduros para entender las implicaciones de un matrimonio válido.
De hecho, en la vocación del matrimonio existen implicaciones hermosas y verdaderamente importantes. La unión fiel de por vida de esposo y esposa refleja el amor leal e infinito de Dios por nuestra familia humana. Conforme una pareja de casados funda un hogar impregnado de fe, se convierten realmente en la iglesia doméstica, la primera célula de la Iglesia.
Los padres brindan la extraordinaria educación y los cuidados que serán un regalo de por vida para sus hijos. Ellos aceptan la asombrosa responsabilidad de proporcionar la instrucción religiosa que nutre la fe en sus hijos. Los padres son los primeros catequistas que transmiten la vida de Cristo a sus hijos.
La vocación de la vida en matrimonio es una dádiva hermosa y extraordinaria que cuenta con la singular gracia de Dios para vivirla con confianza y generosamente. †